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lunes, 13 de julio de 2015

Arrojar


Otra vez el tiempo, y su interminable espera, escusas transformadas en minutos y horas, sin ninguna consciencia de que, en realidad no importan nada, ni los relojes de bolsillo, ni los de cuerda, ni los caros que solo te pones en ocasiones especiales.
Arrojémoslos todos por la ventana, y tiremos el tiempo por la borda, que lo que realmente importa es el hoy, el mañana que no va a pasar y los futuros segundos que son ahora. Arrojémoslo todo desde un décimo piso, todo menos lo nuestro, para que se haga pedazos y solo quede lo que realmente importa. Arrojemos las apariencias y todas las frases que decimos sin pensar con el corazón, el miedo a decir en voz alta y sobria cuantas veces me cambio antes de ponerme una blusa, la inseguridad por no hacer que sientas lo mismo, todas las canciones que escuchamos pero no nos gustan, las modas pasajeras, lo que pasa por equivocación, y por equivocación no vuelve a pasar más, los osos de peluche, las flores, los bombones, el día de San Valentín, las cenas en sitios caros, y los días de color rosa, arrojemos todas las películas que tienen el mismo comienzo y el mismo final, las camas desechas de solo dormir, los mensajes que no llegan porque “yo soy más fuerte que tú”, los paseos por un parque lleno de amapolas, el otoño de color marrón y las primaveras de todos los colores.

 Y cuando todo se haya hecho añicos, quedaremos nosotros, sentados en la escalera de un portal con tan sólo la luz tenue de una farola y Dire Straits sonando en mi cabeza, peo en ningún sitio más, entonces todo será tan verdadero que me parecerá un delito no contarte mis más preciados secretos, pero aun así me callaré como hago siempre, para no darte razones para apagar esa farola.

Es que al fin y al cabo, solo somos dos personas a la deriva rodeadas de todos los recuerdos que se nos han pegado al cuerpo, con demasiados envoltorios y el miedo a flor de piel.

sábado, 4 de julio de 2015

0 billetes

Vuelvo años atrás de nuevo, como cada verano, escucho esas canciones repetitivas que me recuerdan lo que era, lo que no estoy siendo, y sobre todo lo que de verdad soy.
Cada mañana intento recordar que es lo último que pienso antes de dormir, pero siempre, siempre, me quedo dormida.
Llevo meses nadando en una nube de espuma rígida que ahora odio con toda mi alma.
¿Por qué perder el tiempo de esa forma?
No quiero ni una nube más en mi vida, ni billetes de tren que me alejen de mis canciones, ni cualquier medio de transporte que me destierre del sitio al que pertenezco, porque dejarse llevar está bien, a veces, a menos que lo que te lleve no sea una suave brisa, si no que sea una brusca corriente de agua.