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domingo, 10 de agosto de 2014

Hacer de un agosto mayo.

Siempre había pensado que la mejor parte del amor era cuando aún no tenías nada, cuando todo eran esperanzas o posibles decepciones, cuando disimular se hacía divertido y a nada ocurría fuera de mi cabeza. Siempre había pensado que esa era la mejor parte porque yo tenía la capacidad de elegir, de elegir porque me enamoraria o sufriría levemente.
Las esperanzas pueden ser algo más que eso, esperanza de que todo será perfecto, tantas esperanzas que tienen credibilidad.
En cambio ahora no hay esperanza alguna que sea incierta.
La mejor parte del amor, ahora puedo contarlo, son las náuseas y los mareos, los temblores de piernas y los besos a medias. La mejor parte del amor es no tener esperanza alguna.
Nunca he tenido una lista de cualidades que necesite para querer a alguien, pero me he dado cuenta de que tu las cumples todas.
Llevo un tiempo planteandome si creo en el destino, pero es que me parece demasiado presumida por mi parte atribuirme todo el mérito de haberte encontrado.
Duermo con tu olor pegado al cuerpo y me parece la mejor forma de dormir, mucho más que hacerlo contigo, así mis ansias harán los besos del día siguiente más apetitosos.
Aquí me tienes, suspirando levemente poco a poco, todos los escalofríos que me despeinan y reteniendo con mi cuerpo los ataques de ansiedad cuando me sueltas la mano, como si vertiera agua en un vaso agujereado.
Sólo sé, que estoy al borde de algo genial o de caerme. Siempre es bueno arriesgar.

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