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domingo, 19 de febrero de 2017

Algo que deja mucho que decir

Que pensaría yo de mí, hace dos días, hace dos años, hace dos siglos; si no estaba viva, igual que ahora.
Que pensaría yo de mí si me enterara de que acumulo en mi pelo los trocitos de hojas seca que deja la tristeza, si guardo las sobras de los recortes y recojo alas rotas.
Que pensaría yo de mi cambio de mirada, de mis ojos aplastados por la lluvia, de mi nariz perdida por oler la primavera, de mis ganas que mueren cuando me levanto de la cama y pienso en que aún queda mucho para que deje de llover.
Que pensaría de mí si me enterara que como sin hambre, oigo sin escuchar, que escribo sin ganas, duermo sin sueño, sueño solo durmiendo y vivo en medio de un volcán extinto que me susurra que tarde o temprano quemará mi cuerpo.
Si me queda por exprimirme medio corazón, pero de ahí ya no sale nada. Si nada para mí era la palabra más fea del mundo y ahora reina todos los títulos de mi diario.
Que pensaría de mí, si llevaba la utopía por bandera y ahora levanto una tela blanca pidiendo una paz conformista en la que me conformo con no recibir golpes.
Si me cambio de acera con tal de que me de un rayo de sol, olvidando a donde iba. Recojo pétalos del suelo y construyo una nueva flor: simple, diferente, reconstruida, marchita...
Si no respondo al teléfono con mi nombre por miedo a que reconozcan mi voz, si no sé dónde van las tildes, en que parada me bajo, cuantas cucharadas le echo a mi café, si no sé donde están las llaves, dónde está mi calle, donde estás tú.
Que pensaría yo de mí si me dijera que todo esto está pegado a mis costillas, al lado de mi corazón, bajo un candado del que me he tragado la llave y no pienso abrir.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Una carta para las ramas

He llegado hace poco al rincón de mi almohada dónde no hay restos de tus muros de papel.
De pronto recuerdo que una pestaña se te cayó justo al lado de mi nariz, como si estuviera pensada para que yo pidiera un deseo.
Deseo que nadie más sufra.
Me quedo en el punto y final donde se acaban los papeles arrugados.
Un final acogedor es una llama ardiente que te quema vivo el día menos pensado.
Pero ese día ya pasó.
No entendiste que no se trataba de que no tiraras piedras a mi jardín, sino de que me apartaras de allí, o en el peor de los casos, de que me ayudaras a recogerlas una a una, porque sabes que siempre termino arañandome las manos.
El saco donde guardaba todas mis lágrimas se ha roto. Que lástima que hayas visto como se derramaban.
Pobre niña de arcilla que se deshace con la lluvia, le ha pasado una mala jugada el invierno.
Ya no albergan ramas en mi pelo, pero así también evito que se me claven en la piel.

jueves, 2 de febrero de 2017

Pájaro

Tú, que eres una ruina, ya no habitas en mi pelo. Ahora que el invierno es largo y ya no caen más flores en mi ventana, puedo respirar.
Ahora sí, lo que será para siempre será nuestro recuerdo. Un desvelo tal vez de madrugada dentro de dos meses en los que nos preguntemos si aun seguimos vivos.
Tal vez un tren arrolle mi casa, pero nunca te darás cuenta.
Ahora que los pájaros siguen cantando y yo los miro con envidia desde mi balcón, sé que no pasa nada.
He parado de volar y la vida se ve distinta desde el suelo.
Tal vez me quede un rato mirando al cielo, por si cae alguna pluma más,
pero es tarde,
y tengo que volver a casa.