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jueves, 27 de agosto de 2015

Sin márgenes


Quiero vivir en cualquier sitio del mundo, donde no haya márgenes en las libretas, y cualquier lugar sea bueno para pintar con los dedos nuestros nombres en una pared blanca, escribir en todas las fachadas las letras que me salen de las orejas con una pluma y un pequeño bote de tinta y tirarse en cualquier suelo de carretera, besarse en medio de la autopista y parar el tráfico, porque todo el mundo entenderá que cualquier compromiso que tengan, cualquier entrevista de trabajo, o cualquier agenda apretada no es comparable con las ganas que nos tenemos en ese preciso instante. Que la vida siga todos los años que quiera, que nosotros nos quedamos en la autopista, mientras los coches pasan y nos atraviesan, porque no hay nada mejor que hacer en esta ciudad que tumbarse en este suelo de hormigón y ver amaneceres una y otra vez, todos tan distintos, no perderse ninguna de las emigraciones de los pájaros y encontrarse bajo la lluvia eternamente, que sea lluvia y no lágrimas.

Quiero ir allá donde no existen los pintalabios, y perdernos sea la costumbre de todos los días, donde el agua se beba directamente de las manos y no se escurra, y las cicatrices de dentro se curen más rápido que las de fuera. Decir adiós a los envoltorios pesados, a los días que se terminan y a los desastrosos días que empiezan, pero sobre todo a mi absurda obsesión de no querer decir que me da igual el maldito lugar en el que estemos y que quiero que seas todas las gotas que colmen mi vaso y me hagan enfadar.

Estoy harta de los sonidos cargantes y forzados, de las ciudades cuadradas, de no ver el horizonte, de la radio, de los anuncios y de las playas artificiales. Total, yo me conformo con el leve sonido de una guitarra y una pequeña parcela de la arena donde poder sentarse. Me fastidia tanto dramatismo, tanta luz dentro de las casas, tantas casas y tan pocos hogares. Que a mí me basta con la luz tenue de una farola medio apagada y un colchón de más de diez años. Me pone enferma tanto romanticismo para después dormir en camas individuales, las historias perfectas, los amores de verano, rodeados de un marco de flores y estrellas que se van a los dos meses, las flores, las estrellas y las canciones cursis. Que a mí me sobra, ya sabes. Contigo.