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jueves, 10 de diciembre de 2015

No quiero orden.

Lo siento, si he descuidado todos mis viejos papeles. Perdón si no encuentro nada en mi desordenada habitación, si he descuidado mi orden y el caos reina los siete mares de mi saliva. Siento haber colocado las sillas de mis obstáculos de manera que pueda sentarme a verlos de lejos, unas encima de otra, y el punto que las sostiene es, mi punto.
Tengo un dedo del pie sobre el suelo, lo demás vuela y se desordena con el viento. Mis manos rozan el polvo que he levantado con tanto aspaviento. Mi pelo se despeina con el paso de años, que pasan en tan solo segundos.
Mis lámparas no alumbran si no he estado horas al sol antes.
Tiré, al suelo, todos los ladrillos oscuros, opacos, que separaban mis manos temblorosas de las uñas de otra. Lo tiré, sin ningún remordimiento, que mis ojos jamás vieron tantos cimientos caerse, y los míos quedarse tan intactos, que mis pies nunca sintieron tanta fuerza para sostenerse. Lo tiré, y ahora esta desmoronado sobre mis piernas.
Los armarios boca abajo, yo, boca arriba, nadando entre tanto escombro. Por una vez disfruto del horizonte.
No tengo principio ni fin, ni tiempo ni espacio que definan mi lugar de nacimiento. Mi muerte es incierta, por lo menos para mí.
Mi hora de llegada es un reloj de arena al que le das la vuelta dos minutos antes de que consuma. Eterna.
No puedo medir con el metro, la parcela donde duermo.
No quiero orden.
No muros con ladrillos en forma de rectángulo, no quiero pinturas tristes que apagan mi imaginación, ni ventanas que den a un recinto cerrado, ni partes, ni formas, ni horarios inflexibles, porque nunca me han gustado los relojes de bolsillo. No quiero pilas ni cargadores, tan solo el impulso del deseo de buscar la luz.
No quiero que ordenes mis sueños partidos ni mis deseos divididos en lo que podía y lo que se ha clavado poco a poco, como una astilla desde mi dedo índice, hasta mis costillas.
Dejad todo como está, esparcido y sucio, que no quiero orden, porque en el desorden, estas tú.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Diario de algo incontable


15 de marzo de 2014

El jarrón de la entrada estaba roto, hecho añicos, como si una bandada de animales hubiera pasado por la casa y se hubieran ido, dejando dentro algo más que desorden.  El salón lleno de cristales, y entre ellos: Mi padre, sosteniendo una copa de whisky, tendido sobre el sofá con la televisión demasiado alta. No me atreví a mirarle. Subí la escalera sigilosamente rezando por que no chirriara demasiado. Al fondo del pasillo se escuchaba un llanto agotador, agotado de tanto llorar, cansado, casi sin fuerzas para hacerlo, y tras la puerta del cuarto, como era de esperar:

 Mi madre, con el pestillo cerrado. Pegué en la puerta y suspiré un ligero “Mamá”, ella paró de llorar en cuanto me escuchó y me dijo que me fuera, que todo estaba bien. Le supliqué que me dejara entrar, pero esto no le hizo cambiar de opinión. Quería evitar que la viera sufrir, que viera su dolor, pero lo que no sabía es que este atravesaba la puerta. Y ante todo sé, que quería evitar que odiara a mi padre, aun así, me causaba repulsión, odiaba mi nariz por parecerse a la suya, y el lunar del hombro que compartíamos, quería vomitar cada cosa en común que mi cuerpo tuviera con el suyo.

29 de agosto de 2014

Mi madre ya no llora.

Está sentada en el sofá a oscuras, mirando la televisión, pero está apagada. Tiene la mirada perdida, el rostro pálido sin ninguna expresión. No está, se ha ido, no está dentro de esta casa ni tampoco en este mundo. Las paredes la han absorbido y está con todos sus muros derrotados, tanto que estos le impiden oírme.

La llamo a gritos pidiendo que vuelva, que me abrace, que vuelva a ponerse su vestido rojo los domingos, que vuelva a peinarse y recogerse su pelo rubio que dejaban ver su gran sonrisa, cuando la tenía, le pido a gritos que vuelva a cuidar de las flores, que se están marchitando, y ella también.

No me escucha, sigue mirando la pantalla sin moverse, despeinada, con las ojeras hasta el suelo, y el dolor hasta quien sabe dónde.

21 de octubre de 2014

Los gritos se escuchan desde fuera de la casa, y dentro era como estar en medio de una guerra pero con el dolor de que sea donde dormimos. Mi hermana lloraba, tanto, que temía que se deshidratara en cualquier momento.

Esta mañana había traído un dibujo de clase. Estaba hecho con ceras de colores, y algunas partes mal coloreadas. Había dibujado a mi madre con una flor en el pelo, a mí con mi guitarra, ella estaba en medio de nosotros cogiéndonos de las manos con un vestido rosa, y oso de peluche a los pies. Al fondo había una mancha roja y negra, con los ojos y la boca algo difuminados y un aspecto tenebroso, debajo estaba escrito con mala letra: Papá.

El dibujo llegó a manos de mi padre y de ahí los gritos. Es tu culpa, le gritaba a mamá, por tu culpa mi hija me ve así.

Gritos y más gritos. Mi hermana se escondió debajo de las sábanas esperando que todos sus miedos no entraran. Me acosté junto a ella con mi guitarra, empecé a tocar una melodía suave para alejar el molesto ruido de los golpes de su pequeña cabeza. Toqué hasta que se quedó dormida.

22 de noviembre de 2014

Mi hogar no es hogar, no hay lugar donde esconderse, no hay nada vivo aquí. Las flores se marchitaron hace dos semanas.  Mamá lloraba y mi padre gritaba, y esa, era la banda sonora de la casa. A pesar de que estaba acostumbrado a esos sonidos, siempre provocaban en mí un estado de miseria tan grande que me parecía que la mejor opción para soportarlo era hundir la cabeza en el agua de la bañera, y no salir, nunca.

Estaba acostumbrado, pero estos gritos eran diferentes, la voz de mi padre sonaba más ebria de la cuenta, y mamá se quejaba más de dolor que de tristeza. No pude soportarlo más y entré, las manchas de sangre de la alfombra captaron toda mi atención, y tras esto, las heridas de mi madre, tiraba en el suelo, cubriéndose la cara con las manos. Mi padre sostenía la lámpara de mesa con la que tantas noches mi madre me había ayudado con los deberes del colegio, y ahora era un arma más con la que golpearla. La dejó caer sobre la cabeza de mi madre, abriendo así una nueva herida. Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos y me acerqué a él con la intención de apartarlo de mi madre. Me gritó que me fuera, que no tenía nada que ver conmigo. Permanecí inmóvil, delante de mi madre, creyendo que podía servir de escudo. Me empujó y caí al suelo. Aprovechó para coger de nuevo la lámpara y alzó la mano para dar un nuevo golpe. Esta vez no lo recibiría, no conmigo delante. Tomé la estatua de piedra situada en la mesita y le golpeé con tantas fuerzas como dolor llevaba acumulando estos años atrás. Se quedó inconsciente, sangrando por la nuca. Solté la estatua y le miré: Vi a un hombre, muerto en el suelo, que en un tiempo fue mi padre, pero que con el primer golpe dejó de serlo.

 

martes, 24 de noviembre de 2015

Cactus que no pinchan

Esto que voy a hacer es como coger un cuchillo y abrirme en canal, desde el cuello hasta el ombligo.
Pero ya está bien de abrigarme con escusas que me dejan los costados al aire. Todos estos rodeos son para decirte que me gustas, así sin más, ni menos ni peros. Me gustas, pero no como me gustan las canciones pegadizas, ni los días al sol. No es la idea de que me gustes, ni pasear cogidos de la mano, ni bajo los árboles en otoño. No me gustas sin permanencia, con fecha de caducidad y sin antelación.
No sin canciones, canciones de verdad, no sin besos de esquimal, ni heridas en los labios.
Creo que sostenerte es como tener un trozo de cristal, que se me puede caer en cualquier momento, pero, sé con seguridad que si hubiera un terremoto, no tocaría el suelo.
Me gustas como nada, a secas, porque solo
me gustas tú.
Se me han llenado los jerséis de agujeros y se me escapan todas las palabras que me había guardado detrás de el estómago, viene a decir que:
Esto, es como saltar desde un acantilado sin esperar encontrarse con el mar, esperando no terminar de caer nunca, sin hacer ningún esfuerzo en caer más rápido. Viento y adrenalina.
Que te quiero siempre, cuando te odio, te quiero, y cuando te quiero, te quiero aún más.
No de los de "hasta siempre" que suena más a triste despedida, ni de los de presente temporal que con las horas se van a pique, tampoco de los de "cumples todos mis requisitos".
De los de y punto, y final pero sin fin.
Quiero tenerte toda mi vida, que será tanto tiempo como indique la línea de la palma de mi mano, bajo mis sábanas blancas, hacer burbujas, decir lo que tengo yo adentro, morirme contigo si me matas, como si fuéramos unos animales.
En fin,
Que lo único que quiero es pincharme contigo.


domingo, 22 de noviembre de 2015

Como echar a volar


Llevo horas buscando una canción que me arrope, y echarle la culpa a ella de todas las palabras que suelto y decir, que esto es solo mera inspiración y no: que quiero hacerlo, que me provocas, que es real, que es muy real y que no es mentira.
Ya sé como será mi lápida, lisa, sin color ni letras, porque no pretendo llevarme ningún secreto a ella, así que búscame en mi lecho de muerte, porque confesaré todo lo que nunca me he atrevido a quererte porque después tendría que vivir con la carga de saber que sabes lo que tengo yo adentro. Tal vez sea demasiado surrealista (y asqueroso), imaginarnos en todas las ciudades posibles del mundo, debajo de edificios enormes, cuando yo prefiero -no digo me basta, porque me sobra todo lo que llevo a cuestas- un trozo de hierba mojada.
Si la vida es lo que pasa mientras mueres, yo solo quiero que pases tú.
Quiero tantos deseos que me creo que los cohetes son estrellas fugaces, y me arranco las pestañas una a una para soplar siempre la misma frase.
Soy transparente con trampa. Un espejo al revés con trozos de papel pegados en la parte de atrás, pero, eh, se me cuelan por las rendijas.
Lo que vengo a contar es que quiero pisar descalza tropecientos de tréboles, y caminar debajo de los almendros, porque es lo que veo al otro lado de mi ventana, vamos, que me da lo mismo blanco que negro, azul que verde, amarillo que rojo, si mis dedos están sujetando a los dedos correctos.
Pero solo a los correctos.
A nadie más.
Tengo las ventanas abiertas y se van a volar todos mis trozos de papel
No pienso cerrarlas.

domingo, 18 de octubre de 2015

Si la vida te da algo, clavatelo en los costados para que no se vaya.

Siento volver a tras para ponerle mayúsculas a todas las palabras que nunca te dije. Siento, en cambio, haberte dicho todas las palabras a las que nunca les hubiera puesto mayúscula. No sé como colocar todas estas letras para que tengan el mero sentido que se merecen.
Sólo sé explicar lo que ocurre dentro de mis venas con tristes disculpas que, no deberían de ser disculpas, las hice queriendo.
Debería disculparme conmigo misma por dejar de curarme las heridas de las manos.
También debería hacerlo por dejar pasar el tiempo mirando como las enredaderas crecían hacia mi ventana, dejando la fachada totalmente cubierta. Ansiosa porque invadieran mi cuarto.
Ahora puedo decir que estoy verde, y no de experiencia.

lunes, 12 de octubre de 2015

La niña de la luz violeta

Pequeña niña de luz violeta, ¿Dónde estás? ya ni te reconozco, no te encuentro entre la oscura maleza del bosque. Te he buscado debajo de mis costillas y solo veo un corazón seco y gastado. La verdad es que me asusta mirar debajo. ¿Dónde están tus opiniones sobre el mundo? Me desespera no encontrar el martillo de plata con el que rompiste todas las paredes que se juntaban poco a poco, y todas esas puertas blindadas que no se abrían, siendo ellas las mayores oportunidades de mi vida. ¿Dónde dejaste todas las frases que me susurrabas antes de cada día? Que el mundo estaba hecho sólo de hojas, y tú eras una piedra coloreada con acuarelas que no borraba el agua.

Te han envuelto en sacos de esparto. ¿Y tu luz? Echo de menos el desparpajo con el que te enfrentabas a los días lluviosos en los que no te dolía la cabeza, y mojarte no era una terrible noticia para tu pelo. Has dejado que te amolden como a un trozo de plastilina nueva.

Te echo tanto de menos.

Tanto, que me arrancaría cada trozo de mi piel para dejarte salir. Para que brillases con luz propia otra vez, y contáramos juntas los días en los que no te abrías las rodillas de tanto correr por suelos resbaladizos y celebráramos los cuatro días seguidos y después los cinco, los seis, los siete y los ocho, así hasta que hubiera cicatrizado por completo. Celebrar que tu piel está lisa, que no tienes las manos atadas y que todas las cuerdas que te atan al suelo han sido cortadas de raíz.
¿Dónde dejaste esos andares san seguros? Ahora dudas ante la idea de dar un paso.

No pierdo la esperanza de que algún día te poses sobre mis hombros, te abraces a mí por la espalda y podamos dormir, andar, respirar y sentir sin piedras de por medio.

viernes, 9 de octubre de 2015

NEURAS

Tengo tantas cosas que decir que se me escapan las palabras por los ojos en forma de llanto, llevo días contemplando el techo de mi desordenada habitación a media noche, desordenando las sábanas y con ellas mis ideas precipitadas. Me asusta darme cuenta de que lo único que me calma es la serenidad con la que me miras, y me angustia saber que será lo único que me calmará las noches en las que mi teco vuelva a cobrar vida propia.
He debido de tragarme una semilla, pues me están creciendo raíces en el estómago revolviéndose contra mí, planeando florecer ya en primavera, amenazando con quedarse todo el invierno y apoderarse de mi garganta, para que, no pueda pensar en otra cosa que no sea dejar de pensar en dejar de pensar, para que no deje de creer que en cualquier momento el agua se deslizará por mis manos, y penderé de un hilo gastado, que ha sido utilizado para limar cuchillos.
Hasta nunca mar en calma, que hemos entrado de nuevo en el laberinto de las mareas, donde si andas te mojas y si no andas te mojas. El círculo interminable del que los años impares están malditos.

domingo, 4 de octubre de 2015

No llenes de flores mi casa, que no he muerto.


Nunca me sacio por completo.

No intentes que me conforme con un secador usado, solo consiento el viento y su arte con la que me despeina, no voy a bañarme nunca más en ningún sitio que no sea el mar, y beberé agua solamente de los ríos que nacen de las montañas heladas. No trago más blusas de seda, ni abrigos nuevos, quitar los aires acondicionados, que esto no está para que lo cambiemos a nuestro gusto.

Cada vez me pesa más. Tantas novedades. La gravedad.

La fragilidad que me caracteriza envuelta en papel de plástico, que vuela por debajo del suelo, la propia que me hace sonreír y a la vez mentir como nunca he mentido a nadie. Se me parten los huesos cada vez más rápido sin necesidad de estrellarse contras mentiras sin base.

Me da tanta lástima no pertenecerme, que me paso las noches y los sueños tirándome del pelo y siempre me escapo de mis manos.

No puedo conformarme con 52 minutos.

jueves, 24 de septiembre de 2015

No compro nada sin garantía


La vida es un descuido que nos ponen por delante, un paso hacia el frente, un rayo de sol fugaz que se escapa de tus manos antes de que puedas atraparlo.

Quiero ser y creer, que seré todo lo que yo quiera, que querré todo lo que sea, que lo que sea me quiera a mí y así nunca más preocuparme por si me quieren, o si me quieren y no lo sé.

Quiero ser, consciente de todas las realidades que mi vida conlleva, consciente de que mañana no, pero hoy sí, que pasado tal vez, y que dentro de tres días ni de coña. Consciente de la hora y el tiempo en el que me encuentro, sentirme como es y no como tergiverso. Doblo los folios de papel una y otra vez hasta que son completamente distintos a su comienzo, les cambio el nombre a todos mis animales de compañía, me arriesgo y parto los bolígrafos para así descubrir si es verdad eso que dicen de que contiene tinta dentro, a pesar de haber roto los cuarenta y tres anteriores y aun así no fiarme de este.

Quiero sacar de mi cabeza a los saltamontes que me perturban, me llenan de telarañas viejas, me hacen mirar en todas las direcciones excepto hacia el frente, me vacían por completo cualquier posibilidad de hacer lo que más deseo, me traen al pecho un frío polar cargado de nudos en la garganta y amenazan con no irse hasta que la luna amanezca.

La vida es un chasqueo de dedos, un libro de tres páginas, la distancia que hay entre el mar y los peces. Es una caída al abismo de tres metros de altura.

Corta y efímera, por eso le declaro la guerra a todos los fantasmas que amenazan con salir de mi armario y me armo de valor para derrotar a todos los monstruos que viven debajo de mi cama, que yo no me dejo llevar más por vendedores ambulantes que dicen tener todo lo que necesito y tras comprarlo, se desmonte a los veinticuatro segundos de ponerlo sobre mi cómoda.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Aleatorio


Parece que ando a destiempo, con el punto fijo en la colina que está al otro lado del valle, y  a veces ni eso, que solo estoy de paso, como un turista que no piensa quedarse mucho tiempo en esa ciudad de la que se ha quedado prendado porque tiene estabilidad en otra parte, porque todas las playas y los rompientes no son suficientes para hacer que renuncie a su apartamento del centro dónde el ruido está a la orden del día y duerme cuatro veces por semana. Las torres, las ruinas y las calles de piedra no compensan el frío de cara cuando llega el invierno, que hace mucho, los lagos se congelan, las estufas se rompen y los quitanieves tienen tanto trabajo que nunca es víspera de navidad, tormentas, truenos y relámpagos. La primavera en cambio, es todo lo que un cuerpo pudiera desear, cálidas brisas que traen consigo todos los deseos que nunca habrías encontrado en tu cabeza, rayos de sol a través del cristal de mi ventana y se lleva el pelo entre mojado para que esta ciudad haga lo que quiera, lo que le apetezca y lo que más desee con él, porque será lo que yo más desee también.

Parece que estoy de paso, pero me he fijado en que ningún día es igual, el tiempo nunca es el mismo, las estaciones cambian cada semana, y los días festivos son un día cualquiera. Nada estable, y tanto que sé que en un callejón de la avenida principal estás escritos nuestros nombres en lápiz, y hay que escribir encima con frecuencia para que no se borre. Escribo veintiséis veces al día, que es mucho más que “con frecuencia”.

Quisiera volver al ruido, a la rutina, al pequeño apartamento con todo a mano, pero es que, no quiero. Prefiero la inmensidad en la que se comprimen los buenos y malos tratos, el horizonte tan incierto como el día de mañana, ya que el mar nunca ha estado tan calmado como ahora.

jueves, 27 de agosto de 2015

Sin márgenes


Quiero vivir en cualquier sitio del mundo, donde no haya márgenes en las libretas, y cualquier lugar sea bueno para pintar con los dedos nuestros nombres en una pared blanca, escribir en todas las fachadas las letras que me salen de las orejas con una pluma y un pequeño bote de tinta y tirarse en cualquier suelo de carretera, besarse en medio de la autopista y parar el tráfico, porque todo el mundo entenderá que cualquier compromiso que tengan, cualquier entrevista de trabajo, o cualquier agenda apretada no es comparable con las ganas que nos tenemos en ese preciso instante. Que la vida siga todos los años que quiera, que nosotros nos quedamos en la autopista, mientras los coches pasan y nos atraviesan, porque no hay nada mejor que hacer en esta ciudad que tumbarse en este suelo de hormigón y ver amaneceres una y otra vez, todos tan distintos, no perderse ninguna de las emigraciones de los pájaros y encontrarse bajo la lluvia eternamente, que sea lluvia y no lágrimas.

Quiero ir allá donde no existen los pintalabios, y perdernos sea la costumbre de todos los días, donde el agua se beba directamente de las manos y no se escurra, y las cicatrices de dentro se curen más rápido que las de fuera. Decir adiós a los envoltorios pesados, a los días que se terminan y a los desastrosos días que empiezan, pero sobre todo a mi absurda obsesión de no querer decir que me da igual el maldito lugar en el que estemos y que quiero que seas todas las gotas que colmen mi vaso y me hagan enfadar.

Estoy harta de los sonidos cargantes y forzados, de las ciudades cuadradas, de no ver el horizonte, de la radio, de los anuncios y de las playas artificiales. Total, yo me conformo con el leve sonido de una guitarra y una pequeña parcela de la arena donde poder sentarse. Me fastidia tanto dramatismo, tanta luz dentro de las casas, tantas casas y tan pocos hogares. Que a mí me basta con la luz tenue de una farola medio apagada y un colchón de más de diez años. Me pone enferma tanto romanticismo para después dormir en camas individuales, las historias perfectas, los amores de verano, rodeados de un marco de flores y estrellas que se van a los dos meses, las flores, las estrellas y las canciones cursis. Que a mí me sobra, ya sabes. Contigo.

lunes, 13 de julio de 2015

Arrojar


Otra vez el tiempo, y su interminable espera, escusas transformadas en minutos y horas, sin ninguna consciencia de que, en realidad no importan nada, ni los relojes de bolsillo, ni los de cuerda, ni los caros que solo te pones en ocasiones especiales.
Arrojémoslos todos por la ventana, y tiremos el tiempo por la borda, que lo que realmente importa es el hoy, el mañana que no va a pasar y los futuros segundos que son ahora. Arrojémoslo todo desde un décimo piso, todo menos lo nuestro, para que se haga pedazos y solo quede lo que realmente importa. Arrojemos las apariencias y todas las frases que decimos sin pensar con el corazón, el miedo a decir en voz alta y sobria cuantas veces me cambio antes de ponerme una blusa, la inseguridad por no hacer que sientas lo mismo, todas las canciones que escuchamos pero no nos gustan, las modas pasajeras, lo que pasa por equivocación, y por equivocación no vuelve a pasar más, los osos de peluche, las flores, los bombones, el día de San Valentín, las cenas en sitios caros, y los días de color rosa, arrojemos todas las películas que tienen el mismo comienzo y el mismo final, las camas desechas de solo dormir, los mensajes que no llegan porque “yo soy más fuerte que tú”, los paseos por un parque lleno de amapolas, el otoño de color marrón y las primaveras de todos los colores.

 Y cuando todo se haya hecho añicos, quedaremos nosotros, sentados en la escalera de un portal con tan sólo la luz tenue de una farola y Dire Straits sonando en mi cabeza, peo en ningún sitio más, entonces todo será tan verdadero que me parecerá un delito no contarte mis más preciados secretos, pero aun así me callaré como hago siempre, para no darte razones para apagar esa farola.

Es que al fin y al cabo, solo somos dos personas a la deriva rodeadas de todos los recuerdos que se nos han pegado al cuerpo, con demasiados envoltorios y el miedo a flor de piel.

sábado, 4 de julio de 2015

0 billetes

Vuelvo años atrás de nuevo, como cada verano, escucho esas canciones repetitivas que me recuerdan lo que era, lo que no estoy siendo, y sobre todo lo que de verdad soy.
Cada mañana intento recordar que es lo último que pienso antes de dormir, pero siempre, siempre, me quedo dormida.
Llevo meses nadando en una nube de espuma rígida que ahora odio con toda mi alma.
¿Por qué perder el tiempo de esa forma?
No quiero ni una nube más en mi vida, ni billetes de tren que me alejen de mis canciones, ni cualquier medio de transporte que me destierre del sitio al que pertenezco, porque dejarse llevar está bien, a veces, a menos que lo que te lleve no sea una suave brisa, si no que sea una brusca corriente de agua.

jueves, 25 de junio de 2015

Aparentemente

 
Noches largas de calor en las que los caracoles nos comen enteros, en las que "nadie" sabe lo que hace por que "nadie" está para recordarles que es lo que son en realidad, noches en las que se ha perdido toda la esencia y solo queda una resacosa realidad de la que "nadie" puede escapar.
La tristeza es acumulativa y los días en los que estamos tristes sólo son visiones completas de lo que no queríamos ver, un marco de angustia e insatisfacción, de conformismo y sobretodo de heridas en los brazos.
Soy tan transparente, aparentemente, que "nadie" tiene ni idea de lo que ocurre en mis entrañas, porque si lo supieran me caería tan a pedazos que solo se distinguiría los diferentes colores entre mis huesos y mi piel. Un espejo de doble fondo que tan solo quiere comprensión o incomprensión.
Muy joven para tener tantos años encima.
Envuelta en una capa fina que no me deja pensar en nada más a parte de en lo bien que me siento, rodeada de un confuso "paso" que no deja a flor de piel nada de lo que ocurre dentro, pero que puede romperse en cualquier momento. Estoy segura de que no se romperá, porque para eso he estado años y años de preparación.
Y es que, "nadie" tiene nombre.

                                         

domingo, 5 de abril de 2015

Mi canción preferida

Tu olor se queda en mis dedos cada noche cuando te despido, y me quedo casi toda la noche con los dedos pegados a la nariz. Me cuesta encontrar un libro que me guste al completo, pero todas tus páginas están escritas a la perfección, con diferentes aromas en cada capitulo, pero todas digas de estar en las tiendas más cara de perfumería.
Eres mi canción preferida, triste cuando estoy triste y feliz cuando se merece, el ritmo que no se va de mi cabeza y la frescura que siempre intento recordar.
Como una primavera precipitada, así eres, como el primer sorbo de agua para el sediento, o una chimenea por debajo de 0 grados. Fuego, luz y calor en situaciones extremas.
Querida canción preferida, te quiero porque podría escucharte todas las horas de mi vida y me quedaría con las ganas de escucharte una vez más.
Mi pentagrama favorito, con esas notas tan afinadas, colocadas perfectamente, interminables que siempre dejan ganas de más.
Y más.
Y más.

miércoles, 21 de enero de 2015

Autopsia en un brazo.

Tengo una herida en el brazo, me duele y cada vez se abre más, y les digo a todos: ¡Tengo una herida en el brazo! Y siempre preguntan lo mismo: ¿Cómo te la has hecho? Entonces agacho la cabeza, miro mi herida cada vez más grande y respondo: No lo sé. En eso se resumen mis últimos días, días perdidos contemplando una herida, como sangra, intentando cerrarla con los dedos, con paños de trapo y con una aguja.
Voy por las calles mendigando una autopsia para saber que rosal, que verja oxidada o que cristal ha sido el causante de tal destrozo. Nadie sabe nada, ya se cerrará, dicen, aprieta fuerte con los dedos. Lo que si está claro es que debo de tener más cuidado, mirar por donde paso, y mirar que cosas pasan por mí.
La herida ha brotado por si sola sin necesidad de abono, ha saltado de repente como una infección y se ha apoderado de todos mis sentidos, ha cobrado vida propia, se ha depositado en mi brazo como tal parásito y no se va.
La cosa es que tengo una herida en el brazo, y nadie me la quiere curar porque no hay medicinas para la tristeza.

martes, 20 de enero de 2015

La rutina de mi manual.


., | via Tumblr
 
Una y otra vez los mismos besos, las mismas caricias y los mismos suspiros, desde las ocho hasta las diez. La misma cantidad, repartida de mala manera, en una balanza de desesperación sin sentido alguno, en la que esto avanza porque hay un camino diseñado espesamente por mí.
Actuamos de forma mecánica y con anterior programación, sin botones y sin sangre.
Ya me he leído todas las instrucciones y me gustan, me gustan todas las funciones, pero me gustaban más cuando las acababa de leer, cuando iba por la mitad del libro y la otra mitad era desconocida, sobre todo porque me parece injusto que mi manual aún este por la segunda página, empezando por "Cosas que quiero que sepas sobre mí." y el último y casi indescifrable capítulo "Lo que te haría romper nuestra rutina."
Es injusto que tú me lo hayas entregado con los ojos vendados y todas las páginas arrancadas clasificadas en su respectiva sección, y que yo no arranque páginas porque no pienso dártelo, te lo leo de vez en cuando, saltándome las partes malas y soeces, excepto las que considero que me dan un curriculum interesante.
No pensé que llegarías a quererme tanto, ni que yo desconfiaría tanto de alguien aún sabiendo que me ha entregado su certificado de Mátame si quieres.
Soy una tortuga con demasiado caparazón, o demasiado pasado, que no sabe por donde empezar.
¿De quien es la culpa? ¿Del manual cerrado, o del manual demasiado abierto?

jueves, 8 de enero de 2015

Encontrarla y encontrarme.

ChargingAun sigues atrapada en tu rutina primavera, y ya estamos en invierno. Todo sigue por las nubes, muebles y sentimientos, no has hecho nada por tu carne, sigues sin jugar con fuego y las manos se te están congelando, tampoco sales a la calle de noche, pero en cambio te quedas en casa al lado de la pared y sabes que es mucho más peligroso. Pensando en todas las mentiras que nos están contando y retomando las viejas mentiras que queremos volver a escuchar. Que bonitas son, las mentiras, las mentiras bonitas que hacen daño, pero antes de saberlo. Lo que necesitamos es la mentira perfecta que contar al mundo.
Hace tiempo que la busco, hace tiempo que busco todo lo que no encuentro, y cada día me busco una pega, que no era el momento, que estaba lloviendo, que mi pelo es demasiado rojo, pero al final nunca encuentro nada. Han pasado más de 12 meses y sigo sin encontrarme, sin encontrar mi mentira, sin saber sim i pelo debería ser rojo, más de 12 meses y sigo sin poder darle la escusa a mi comportamiento de que "yo soy así", con miedo de decirlo y que me contesten "Sé que no eres así, te conozco" y yo sigo sin hacerlo. Todo me parece tan incierto, hasta yo misma, que debería tirarme desde el balcón para ver si caigo y duele.
Puede que esté debajo de una piedra, o viviendo en el mismo sitio que hace ocho meses. Tengo que encontrar mi mentira, encontrarla y encontrarme.