.

.

miércoles, 21 de enero de 2015

Autopsia en un brazo.

Tengo una herida en el brazo, me duele y cada vez se abre más, y les digo a todos: ¡Tengo una herida en el brazo! Y siempre preguntan lo mismo: ¿Cómo te la has hecho? Entonces agacho la cabeza, miro mi herida cada vez más grande y respondo: No lo sé. En eso se resumen mis últimos días, días perdidos contemplando una herida, como sangra, intentando cerrarla con los dedos, con paños de trapo y con una aguja.
Voy por las calles mendigando una autopsia para saber que rosal, que verja oxidada o que cristal ha sido el causante de tal destrozo. Nadie sabe nada, ya se cerrará, dicen, aprieta fuerte con los dedos. Lo que si está claro es que debo de tener más cuidado, mirar por donde paso, y mirar que cosas pasan por mí.
La herida ha brotado por si sola sin necesidad de abono, ha saltado de repente como una infección y se ha apoderado de todos mis sentidos, ha cobrado vida propia, se ha depositado en mi brazo como tal parásito y no se va.
La cosa es que tengo una herida en el brazo, y nadie me la quiere curar porque no hay medicinas para la tristeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario