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martes, 2 de agosto de 2016

Libélula

Que no es hoy ni mañana cuando me derrumbo, cuando todos los ríos tratan de nacer de mis ojos.
Cuando te da igual mi sexto sentido de adivinar lo que ocurre tras los cristales opacos y no te interesa sufrir mi hipersensibilidad porque es muy complicado llevar un globo en un pajar de alfileres.
No trato de hacer padecer a nadie mi falta de sentido común, solo alguien que entienda una tercera parte de mis ruinas de papel, solo alguien que entienda la desestabilidad que provoca el viento de cara.
Mi piel se desintegra con las primeras gotas de lluvia y pido a gritos un jersey viejo con el que poder protegerme, pero que nadie parece tener en su armario.
Quiero creer que hablando se esfumarán todos los cuervos que vienen a picarme en la cabeza.
Los insecticidas comunes ya no matan a los gusanos presos del hambre y yo sigo queriendo creer en que inventarán algo para el bien común y no para amueblar casas en las que hay que tirar cosas para que quepan otras nuevas.
Debería callarme riendo y no a golpes.
Debería respetar mi forma de ser en los momentos en los que a alguien le parezca demasiado expresiva y tal vez serlo más aún.
No quiero reprocharme más flechas sin intenciones, más armas que no he tirado yo y abrir todas las ventanas a la vez.

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