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miércoles, 15 de febrero de 2017

Una carta para las ramas

He llegado hace poco al rincón de mi almohada dónde no hay restos de tus muros de papel.
De pronto recuerdo que una pestaña se te cayó justo al lado de mi nariz, como si estuviera pensada para que yo pidiera un deseo.
Deseo que nadie más sufra.
Me quedo en el punto y final donde se acaban los papeles arrugados.
Un final acogedor es una llama ardiente que te quema vivo el día menos pensado.
Pero ese día ya pasó.
No entendiste que no se trataba de que no tiraras piedras a mi jardín, sino de que me apartaras de allí, o en el peor de los casos, de que me ayudaras a recogerlas una a una, porque sabes que siempre termino arañandome las manos.
El saco donde guardaba todas mis lágrimas se ha roto. Que lástima que hayas visto como se derramaban.
Pobre niña de arcilla que se deshace con la lluvia, le ha pasado una mala jugada el invierno.
Ya no albergan ramas en mi pelo, pero así también evito que se me claven en la piel.

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