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domingo, 4 de octubre de 2015

No llenes de flores mi casa, que no he muerto.


Nunca me sacio por completo.

No intentes que me conforme con un secador usado, solo consiento el viento y su arte con la que me despeina, no voy a bañarme nunca más en ningún sitio que no sea el mar, y beberé agua solamente de los ríos que nacen de las montañas heladas. No trago más blusas de seda, ni abrigos nuevos, quitar los aires acondicionados, que esto no está para que lo cambiemos a nuestro gusto.

Cada vez me pesa más. Tantas novedades. La gravedad.

La fragilidad que me caracteriza envuelta en papel de plástico, que vuela por debajo del suelo, la propia que me hace sonreír y a la vez mentir como nunca he mentido a nadie. Se me parten los huesos cada vez más rápido sin necesidad de estrellarse contras mentiras sin base.

Me da tanta lástima no pertenecerme, que me paso las noches y los sueños tirándome del pelo y siempre me escapo de mis manos.

No puedo conformarme con 52 minutos.

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