Nunca me sacio por completo.
No intentes que me conforme con un secador usado, solo consiento
el viento y su arte con la que me despeina, no voy a bañarme nunca más en ningún
sitio que no sea el mar, y beberé agua solamente de los ríos que nacen de las
montañas heladas. No trago más blusas de seda, ni abrigos nuevos, quitar los
aires acondicionados, que esto no está para que lo cambiemos a nuestro gusto.
Cada vez me pesa más. Tantas novedades. La gravedad.
La fragilidad que me caracteriza envuelta en papel de
plástico, que vuela por debajo del suelo, la propia que me hace sonreír y a la
vez mentir como nunca he mentido a nadie. Se me parten los huesos cada vez más
rápido sin necesidad de estrellarse contras mentiras sin base.
Me da tanta lástima no pertenecerme, que me paso las noches
y los sueños tirándome del pelo y siempre me escapo de mis manos.
No puedo conformarme con 52 minutos.
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