.

.

miércoles, 21 de mayo de 2014

En el callejón de mis manos

Me han extirpado las manos, y por eso no puedo hablar.
El otro día me vi por la calle y no quise saludarme, estoy más rara que nunca. Tal vez debería haberme avisado que la extremada saturación era tan dañina como el vacío, o tal vez he hecho bien en dejarme a manos de la aventura y descubrir por mi sola que es lo que más me pudre el hígado.
Me vi, y quise pegarme, decía cosas sin sentido como si alguien me escuchase, como si creyera que estaba diciendo algo útil, maldita ingenua.
Al momento quise abrazarme, envolverme en una manta y darme un vaso con chocolate caliente. Podríamos haber hablado, de mi, de nosotras, podría haberle dicho que se atara los cordones, que no confiara tanto en los desconocidos y que el truco estaba en dejarse llevar, en cambio la dejé, sola ante el peligro, sin barreras ni llaves ni acertijos.
Ahora estoy sufriendo no haberla parado, porque me duelen las manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario